domingo, 16 de octubre de 2016

Sol-Edad

  Una situación por muchos defenestrada. En desbandada corremos a huir de esta escurridiza dama rechazada por la sociedad imperante. Una sociedad programática, definitoria, sistemáticamente ausente de lo real que no hace otra cosa que intentar imponernos las instrucciones de un vivir sin vida en el que muchos andan mas que atrapados. Estar solo es una etiqueta que delimita los límites de un fracaso inventado al que muchas almas se ven arrastradas víctimas de la inconsciencia que las posee, que las abruma. "No puedo estar sólo". "No puedo estar sola". Y, aún estando "en pareja", vuelven una y otra vez las etiquetas sobre el cuándo, el cómo, el qué, en un desfile interminable de autoexigencias que te alejan cada vez más de lo único auténticamente real para ti, tú mismo. Sí, queridos compañeros y hermanos de experiencias, lo único que vemos una y otra vez somos nosotros mismos. Pero, ¿Qué eres tú? ¿Lo sabes o sólo crees saberlo? Mientras vivamos en la consciencia de separación donde la mente es la absoluta dominadora nunca sabremos plenamente lo que Es. Por tanto, estaremos viviendo a medias, con el freno de mano puesto, con limitadores de potencia adheridos a nuestra expresión energética. ¿Y esto es malo o bueno? ¿De verdad merece la pena planteárselo siquiera? Desde el momento en que nos hayamos prisioneros del mundo de las elecciones alimentamos cada vez más la división que nos aleja de la Unidad real que somos, que Es. Dediquémonos a vivir disfrutando de las experiencias sin juicio alguno, sólo así conseguiremos abrir las puertas de nuestro reconocimiento, para ello es necesaria la soledad. La soledad disfrutada y compartida contigo no tiene parangón, es la mejor compañía de todas. Ineludiblemente has de experienciar la "edad del sol" para que la luz de la creación se haga una contigo iluminando todo aquello que desees realizar como expresión de tu Ser. Abre los brazos a la soledad, hazte su amigo y el silencio que la acompaña te cantará al oído la melodía más hermosa que hayas podido oír jamás, tu propia melodía.