"Hasta eso lo haces mal"
le decía el espejo mágico
de su habitación
en la intimidad.
Entre charlas y artificios
se escondía de la verdad
y cuando miraba al espejo
éste le hacía callar.
Quería hablar argumentos,
la idea quería ganar,
pero todo era un invento,
nada parecía funcionar.
Y dentro de sí mismo
corría a refugiar su paz
pues cada vez que miraba
el espejo no tenía piedad.
Repitiendo una vez tras otra
la cruda realidad,
que lo que creía cierto
era una pantomima, nada más.
Cuando aprendió las mágicas palabras
que el espejo quería escuchar,
se dio cuenta que él era el mago
y todo empezó a cambiar.
Supo verse en el espejo.
Supo mirarse en la intimidad,
y lo que antes era un tormento
se convirtió en felicidad.
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