A mis cuatrocientas edades sólo quiero ser mariposa, para volar entre las flores, despreocupada y ociosa. Me cansé de altas cumbres donde todo es memoria, donde se ve desde arriba lo que debajo sobra. Yo quiero ser entero, sencillo, sin historia, para ver en cada día amaneceres de gloria. Viajar mis humanidades construyendo buenas obras, compartiendo quehaceres, navegando un mar de sombras. Desconozco los detalles del libro del sabio ególatra, sólo sé que en el instante se está escribiendo otra cosa. ¿Para qué más proyecciones sobre lo que de verdad importa? Todo lo que quiero está aquí, en este sublime ahora. Igual estoy equivocado. Igual no sé nada de lo real. Igual la vida me sonroja. Pero una cosa si sé, yo, sólo quiero ser mariposa.
En mi refugio me hallo sin tener que refugiarme de nada. En mi hogar me encuentro aunque parezca estar en ninguna parte. Mi camino es el silencio pero el ruido no me es extraño. ¿Para qué dar explicaciones si el sitio que ocupo me pertenece? Es mi cuerpo, mi movimiento, mi quietud, lo que da vida a mi pertenencia. Me pertenezco a mí. Os pertenezco a vosotros. La vida nos pertenece. ¿Acaso hay alguna propiedad más bella que la mera oportunidad de existir? Mi refugio, mi hogar, mi camino, son el presente. No busco la distancia o el acercamiento tan sólo vivo el momento. ¿Necesito explicarlo si lo estoy viviendo? Todos los instantes son eternos. Y yo aquí, con vosotros, siendo. Creando hogar, creando amor, creando silencio.
Estoy contagiado de Amor. No quiero vacunas, no quiero remedios, para esta situación. Si estoy enfermo, eso, quiero decidirlo yo. No me valen las distancias, las voces de alarma, o el miedo como solución. Me abrazo a cada momento. Me toco por todas partes. Me paro a jugar con Dios. Cada persona que aparece es extensión de mi corazón. Recibo en mi casa al mundo, a seres de distinta condición, y el contagio se propaga, con confianza y sin temor. Los síntomas son comunes, alegría y buen humor. Es un virus perfecto. Es el virus del Amor.