martes, 23 de junio de 2015

Dejar que la vida sea

  Si el ser humano supiera integrarse con armonía en la sencillez de lo creado descubriría que el Todo no entiende de complicaciones. Empezaría a vivenciar la inutilidad de las disquisiciones y entonces, el silencio, ese fiel amigo que siempre ha estado ahí, ignorado, incomprendido, apartado, saldría al encuentro. Tú, con los brazos abiertos, lo recibirás sin extrañezas, y se fundirá contigo. Desde ese preciso instante seréis Uno, tu ser interno se manifestará protagonista y la mente, hasta ahora a los mandos de tu vida, pasará a estar a tu servicio. Seguirá creando, analizando, interpretando, organizando, pues estas son sus múltiples cualidades, pero lo hará silenciosa, sin juicio, jugando, desde el gozo y el disfrute que le confieren el ser portadora de unos pensamientos que, ahora sí, tienen su origen en la luminosa vacuidad del vacío de la existencia.
 
De inmediato, al convertirte cada vez más en lo creado, de manera natural, todo Es. La fluidez y el desapego se convierten en compañeros de viaje de unas experiencias que no hacen mas que regocijarte. Allá donde miras te ves. ¡Qué belleza el poder ver tu verdadero Ser en los ojos que te observan! Y descubres que todo te sigue, te acompaña, sin intervención, sin exigencia, con Amor. La creación quiere expandirse contigo y a través de ti, y lo hace, surge el Compartir, sin deseo, sin miedo, sin anhelo, sin expectativa, sin tiempo... con sabiduría, con templanza, con coherencia, con ternura, con humildad. Te pierdes y te encuentras en el juego sublime de una vida renovadora que expresa tu divinidad, y dejándote llevar, dejas que todo sea.

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