miércoles, 20 de febrero de 2019

El correo olvidado

Un mensaje extraordinario
sin dirección ni destinatario.

Un sobre en blanco
sin ventana ni estampado.

Hojas vacías de olvido
por la acera van caminando.

Los buzones llenos de ausencia
buscan alimento soñando.

Esa carta maldita
se perdió en otros labios.

Yo, inundado de besos,
con mi destino quiero cerrarlos.

Pero el correo no llega
y mis besos
mueren ahogados
en tu llanto.

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jueves, 7 de febrero de 2019

Encerrado

  Encerrado en la habitación de sus limitaciones tiene bien aprendido el discurso de la vida. Sabe qué hacer y qué decir para ser feliz, pues se ha leído todo tipo de manuales al respecto. Orgulloso enseña sus logros a todo aquel que pasa por su lado. Les hace pasar a la habitación y les enseña el decorado. En estas cuatro paredes todo está estudiado, todo parece encajar, no hay pieza que no se haya colocado. Y sin embargo, la verdadera felicidad no se ve por ningún lado. Las instrucciones abundan: ceremonias, maestros, doctrinas, terapias... formando parte del empapelado. No hay un sólo hueco en ninguna pared, lo que quieres ver puedes perfectamente mirarlo, pues este individuo en todas partes parece haber estado buscando. Dice saberlo ya, dice haberse encontrado, pero cuando se le pide jugar, se pone serio en el acto. Salir de esta cómoda habitación es para él algo ni siquiera imaginado. Inundado de conceptos el dogma lo sigue atrapando, y redecora y redecora las paredes de su santuario. Únicamente cuando se queda sólo y la oscuridad no le permite otra cosa que verse, sin distracciones ni decorados varios, empieza a vislumbrar una realidad que tiene la profundidad de un charco. Es un vacío sin final que no parece ser llenado, por más que la habitación pretenda mostrarle que ha triunfado. La ausencia de felicidad le empujará a salir de su cuarto, dejando esas cuatro paredes atrás, dejando de estar encerrado. Saldrá sin más, a vivir la realidad que había esquivado. Entonces descubrirá la verdad, que la habitación era una cadena de limitaciones que le mantenía paralizado. Empezará a andar y las habitaciones desaparecerán, pues no habrá lugar que pueda contener la infinitud de alguien que ha dejado de ser esclavo.