miércoles, 29 de abril de 2020

Mente-Corazón

  La mente jamás concibe el cambio, pues considera que provocará su muerte. Ella siempre trata de permanecer segura, en lo conocido, llegando a aceptar una vida mediocre con tal de sobrevivir.

  Las situaciones desarmónicas no pueden ser comprendidas desde el plano mental, pues éste no ve más allá de las cosas, la mente del humano es dual.

  Es el corazón el que comprende, el que sabe, el que confía. Pero es necesario acallar el ego para que pueda estar activo, para que pueda percibir, pues el corazón vive en el silencio. La mente vive en el ruido.

  El miedo, el pesimismo, la desconfianza, son propias de la mente. Ella no sabe nada. Conéctate a tu corazón, que vive en este instante silencioso, él habla en términos de Confianza, Alegría, Amor.

Autor: Manuel Párraga.


domingo, 19 de abril de 2020

Déjame esconderme

Déjame esconderme
donde nadie pueda verme.

De las miradas prohibidas,
de las ciudades vacías,
de la policía.

Déjame esconderme.

De los recuerdos borrosos,
de los valles tenebrosos,
de la mentira.

Déjame esconderme.

De las falsas palabras,
de las quejas amargas,
de la multitud que espanta.

Déjame esconderme.

De las noticias mundanas,
de los gritos de alarma,
de la desesperanza.

Déjame esconderme.

De los sabios ignorantes,
del poder atosigante,
del miedo al instante.

Déjame esconderme.

Quiero los caminos solitarios,
los pájaros, el mar,
los macizos altos.

Quiero la soledad,
estar conmigo,
sin sentirme de otro sitio.

Déjame esconderme,
donde nadie pueda verme.

No hay lugar donde esconderse - Mi Devocional

domingo, 12 de abril de 2020

Lejana ausencia

En la lejanía,
no puedo verte.
Me han cerrado los ojos
con la distancia.
Intento acercarme,
mas no me dejan.
Quisiera tener vista de pájaro,
percibirte con todos mis sentidos,
pero estoy lejos,
y mis ojos no pueden ver
más allá de lo cercano.
Quisiera poder tocarte
y cuando miro tras mis brazos
mis manos se me ofrecen amputadas,
obligadas a la ausencia de tu tacto,
no puedo sentirte
tras las yemas de mis dedos.
Es todo mi cuerpo
el que me grita tu ausencia.
Mis besos, escriben
cartas de añoranza
con cada movimiento 
de tus labios.
Y sigo aquí,
esperando ese momento,
largamente añorado,
en que despierte de mi sueño,
en que la lejanía
no sea más que un recuerdo,
en que abra los ojos
y te vea a mi lado,
para seguir despiertos,
los dos juntos,
amándonos.

lunes, 6 de abril de 2020

El poder sanador del covid-19

  En estos días de obligado confinamiento una de las grandes muestras que nos trae la vida es que somos absolutamente prescindibles. Sí, queridos hermanos, la vida sigue imperturbable en su devenir, sin que nuestra pequeña ausencia le suponga ningún inconveniente, sino más bien todo lo contrario. La Madre Tierra continua su movimiento evolutivo con la primavera como protagonista, las plantas, los animales, continuan viviendo el regalo de la existencia como si nada de esto tuviera que ver con ellos.  Y, aunque esto, de hecho, así sea, lo cierto es que al estar todos unidos, al formar parte de la misma madre, al ser componentes celulares del mismo organismo, nuestro azulado planeta, saben de nuestro proceso, saben de nuestra ausencia, y muy posiblemente están más cerca del por qué que muchos de nosotros.

  Esta experiencia de retiro saca a la palestra el desajuste vital al que nos hemos encadenado. Aún estando recogidos, a la mayoría de las personas les cuesta demasiado prescindir del ruido ostentoso al que la cotidianidad recreada les tenía enganchados. Ruidos y más ruidos que ocultan una incapacidad bien arraigada que nos impide escucharnos con premeditación y alevosía. Dispersión, sobreexcitación, sobredesinformación, solidaridarismo exarcebado, y más y más y más...mecanismos indirectos o directos de huida del estar contigo, del estar en silencio, del estar en paz. No obstante, muchos de estos actos están llevados por la comprensión, por la empatía, por la compasión, dando así brillo a un corazón humano apagado por la inconsciente pared del sueño, el sueño del estar dormido, de vivir con el piloto automático, de vivir sin vida, de estar muerto, sin saberlo siquiera. Por ello, por todo ello, hay que dar gracias, gracias al regalo que nos obliga a detenernos, que nos obliga a mirarnos, que nos da la oportunidad de estar realmente vivos, fundidos con la vida.

  El covid-19 es una gran oportunidad, un regalo, es la misma vida hablándonos con las luces de emergencia encendidas. La vida, la tierra, la naturaleza, la esencia, nos hablan claramente y a la cara para que nos atrevamos a cambiar una trayectoria que sólo tendría como posible destino nuestra extinción, si siguiéramos en esta tesitura. Es cierto, que muchas personas lo están pasando mal, es cierto que muchas otras están dejando este mundo, pero, queridos hermanos, nada de esto es casual. Cada alma que se va decide el cómo, el dónde, y el cuando ha de partir. Grandes acontecimientos de apariencia traumática son, en lo profundo, faros de luz para la transformación, y este ya famoso virus, también lo es.

  Así que, queridos hermanos, la Madre Tierra ya ha movido ficha y esta será posiblemente una de muchas otras que están por venir. En nosotros y sólo en nosotros, como colectivo humanidad que somos, está ahora el turno, ahora nos toca mover, estamos jugando nuestra partida, debemos estar atentos, interiorizar, reflexionar, ser coherentes de palabra y obra, para que nuestro movimiento sea uno, para que esté en sintonía con lo creado, para que seamos lo que realmente somos, Dioses en vida, y finalmente sepamos lo que es vivir de verdad. Entonces no existirá la muerte porque sabremos y experimentaremos que todo es vida. Y esto, queridos, no está tan lejos de producirse, cuando abandonéis el ruido y os entreguéis al silencio y el amor de vuestro Ser, os daréis cuenta que ahí está, ahí al lado, al alcance de vuestra vista, a la vuelta de la esquina de la existencia.