¿Os habéis dado cuenta de que ya desde el momento de nacer lo hacemos corriendo? Incluso antes del nacimiento el esperma seleccionado ha de emprender una tremenda experiencia hasta llegar al óvulo de su destino que espera ser fecundado. Dejando atrás supuestos rivales, él, el único, el elegido, es el que llega a la meta final que da vida a una decisión consciente de encarnación en esta nuestra Tierra. Pero, no nos confundamos, esto puede ser una carrera, sí, esto puede tener una meta, sí, pero, en estos términos, en esta evolución natural marcada por el ritmo armonioso de la creación, no hay competición que valga, no existe, no existe el tú y el yo, tan sólo existe el Todo en una revolución vital manifestadora de lo que Es. Sin embargo, nosotros, vestidos con el traje de la inconsciencia, todo lo pintamos de prisa. Hasta en este sublime y divinal momento, que es el nacimiento, ya nos tatúan con el tatuaje invisible del imparable reloj marcador de tiempos inexistentes mas que en el juego despavorido al que nuestra mente nos arrastra. Antes de que un alma decida venir a este mundo ya las parejas en disposición se ven programadas por el argumento asfixiante de la prisa implacablemente aterradora. El invento de la edad determina, de manera rotundamente explícita, el cómo, el qué, y el cuándo, deben venir nuestros hijos al mundo. Claro está, todo esto se mantiene vivo porque la masa cree en estos parámetros a pies juntillas, entonces las mentiras se hacen verdad y las verdades desaparecen. Y así, voluntariamente absorbidos por el circo de la procreación, danzamos perdidamente ajenos al ritmo que late en lo profundo de nuestro ser y que es el ritmo de la vida entera. Nos convertimos, sin saberlo, en máquinas maniatadas que si no cumplen los cánones de la programación establecida es que están estropeadas y deben arreglarse. ¿De verdad creéis que en la creación existe algo que deba arreglarse? ¿Sois realmente tan ilusos que pensáis que existe algo mal hecho en donde nunca existe ni existirá el concepto equivocación? La humanidad, desde su perspectiva de ser el centro del mundo, no ve más allá de sus narices, y enredada en el hacer ,busca y rebusca en una obsesión baldía por arreglar todo aquello que no coincide con su limitadísima visión de las cosas. Nos creemos que somos los dueños de todo y no somos nada. Nos apropiamos del planeta, del universo, como si de un jardín particular se tratará, menospreciándolo, apartándolo, inmersos en el desconocimiento. Y ponemos reglas a todo, buscamos los por ques de todo, enredando y enredando una madeja que nos mantiene entretenidos en nuestra ignorancia.
Queridos compañeros de viaje, nuestro destino no es otro que reconocernos, que recordarnos, y la obra de teatro que nos abarca no es más que un decorado cambiante e impermanente. Descubriremos que somos mucho más que el decorado, descubriremos nuestra eternidad, al Uno que nos refleja, al Dios que somos, y entonces, de una vez y para siempre, todos nuestros actos serán divinos.
Queridos compañeros de viaje, nuestro destino no es otro que reconocernos, que recordarnos, y la obra de teatro que nos abarca no es más que un decorado cambiante e impermanente. Descubriremos que somos mucho más que el decorado, descubriremos nuestra eternidad, al Uno que nos refleja, al Dios que somos, y entonces, de una vez y para siempre, todos nuestros actos serán divinos.
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