Hoja temblorosa,
mecida por el viento,
depositada en el suelo,
mimosa.
Eolo cabalgado,
entre calles al galope,
jinete, viento certero,
reparte generosa
su ternura.
Igual vuela que aterriza,
acomodada en la brisa,
es hoja viajera
que no entiende
la desdicha.
El pájaro la reconoce.
El árbol la acaricia.
En medio del gentío
me sigue,
a toda prisa.
Es dama dorada,
vestida de otoño aguacero,
que entre saltos
húmedos y sinceros,
nos hace ver que el viento
es su verdadero dueño.
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