En medio de una fluidez hablada
las palabras se juntan
como abrazadas.
Una fiesta de lenguaje
despacha conceptos
que forman frases.
Un monstruo parlante
habla por cien bocas
de temas relevantes.
Y las palabras ociosas
juegan entre ellas
a disfrazarse.
Todo sigue un guion
que marca el ritmo
de una realidad ignorante.
Las mentes pensantes
creen en verdad saber
lo que es importante.
Y la conversación se ahoga
en un mar de dificultades
sin salvavidas bastantes.
Entonces llegó el silencio,
para escucharlo todo
sin juicios inquietantes.
La conversación renació,
las palabras brillaron
como nunca antes.
Y por fin pudimos dialogar,
aprendiendo que para hablar
el primer paso es callarse.