Te crees preparado para la recepción cuando el esférico de la vida surca el aire dirigido a unos brazos que son su destino. Estos se encuentran abiertos esperando la llegada, añorando el dulce encuentro que confirma que la patada a seguir ha sido la correcta. Pero entonces, sin previo aviso, el esférico pasa de largo sin detenerse a mirarte siquiera. Resbala por el campo de juego de tus pensamientos establecidos y acaba por completo con cualquier estructura de defensa prefijada que tú te hubieras atrevido a plantear. Estabas fuera de juego, amigo, y la providencia, certera compañera de situaciones inverosímiles, te trae consigo los elementos precisos para que puedas replantearte la nueva jugada. Una jugada que admite todos los juegos en sí misma, nada excluyente, integradora, sanadora, completa. Todo sirve y todo vale en este nuevo partido. Es un partido infinito, fluido, libre de juicios, reproches, calificaciones, y lleno por completo de Amor. Aquí la patada es bienvenida, agradecida, venga como venga, por detrás, por delante, de soslayo o al instante. Y el esférico, ese esférico que parecía pasar de largo movido por el empuje de tus ignorancias, se reencuentra contigo regenerado por la calidad de las estrellas. Brilla, porque tú brillas, y va directo a la resolución del conflicto. Ese conflicto que creías desaparecido, pero que ,agarrado a las últimas hebras de desconfianza de tu Ser auténtico, se resistía a abandonarte, y escondido de tu presencia, esperaba la oportunidad para manifestarse. Finalmente, recuperado de tus ausencias, vuelves a ti, el esférico y tú sois lo mismo, y tu corazón, fundido con la vida, no puede hacer otra cosa que regocijarte.
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