La cuna del silencio

En la cuna del silencio

me acurruco,

escuchando una nana

que sin palabras me canta,

llenándome por completo.

Es tal el gozo que siento

al estar en ella recogido,

que me olvido de quién soy,

y a la vez lo sigo siendo.

Soy feliz en este no ser,

sin apenas pretenderlo.

El sutil balanceo

de la divina corriente

conduce mi melodía

al instante presente.

Soy un bebé del universo

que vive eternamente,

y en la cuna del silencio,

se mece.

Invisible

No se le ve,

lo suyo es desaparecer.

Cuando crees que está contigo,

resulta que ya se ha ido.

Si piensas que lo has visto,

es tan solo un espejismo.

Te acompaña cuando no miras,

en el silencio de ti mismo.

Está presente a tu lado,

aunque se sienta ignorado.

Y tú sigues sin ver,

bajo el manto del no saber,

entretenido en lo superfluo

no puedes aspirar a verlo.

Oculto en tu invisibilidad

ni siquiera lo reconocerás.

Has de encontrar el remedio

que ilumine tu ojo ciego,

para ver lo que no puede ser visto

con los ojos del miedo.

Cuando la luz te ilumine,

llenando de amor tu mirar sereno,

dejarás atrás lo banal, 

lo que no es tu alimento,

y podrás ser invisible,

viéndole así por entero.