En el día de ayer efectuó su partida el alma del amigo Galeano para seguir dando lecciones de escritura desde las dimensiones más sutiles de la existencia. Se fue un genio de las letras, una pluma comprometida con las experiencias y el vivir de su tiempo que supo poner las cosas en el sitio que les correspondía a cada momento. Con fino e inteligente humor daba la vuelta a la realidad evidente para mostrar las verdades ocultas entre tantas cortinas de apariencias y engaños. Muy admirado en su país, Uruguay, así como en todos aquellos que tienen el idioma español como base de su expresión, supo ironizar con la vida para sacar punta a los lápices de una realidad gastados por la falta de uso inteligente. Nombró y fue nombrado, desde la cercanía que marca la humilde distancia de un abrazo, y, como todo corazón inquieto y buscador, también tuvo sus desencuentros con gobiernos, instituciones e ideologías de muy diversa índole. Pero, finalmente, me quedo con su palabra, que, ya fuera hablada o escrita, transmitía sabiduría en lo profundo de sí misma, siempre adornada, siempre disfrazada, con geniales gotas de humor.
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