sábado, 31 de octubre de 2015

Individuo Unidad

  El mundo está lleno de individuos que, en sí mismos, son Unidad. Lo que ocurre es que algunos de esos individuos están tan atrapados en dicha unidad individual, representada por el sujeto y el yo, que su estado de consciencia actual les incapacita para percibir que aquello a lo que están tan aferrados es algo tan sutilmente obsoleto que no existe más que formando parte de una Unidad aún mayor. Y así, sucesivamente, desde un escalafón vibracional hacia otro, a los que llamamos dimensiones, hasta llegar a lo absoluto, donde creador y creación son lo mismo, donde todo es uno literalmente, en su percepción y en su manifestación.
 
  Sin embargo, como la vida es tan mágicamente maravillosa, no hace otra cosa que darnos una y otra vez la oportunidad de reconocernos en esa Unidad de lo que es, trascendiendo al individuo. Y os preguntaréis: "¿Y todo eso cómo se hace?" Pues la respuesta, de sencilla que es, se nos escapa continuamente entre los dedos. La respuesta es: jugando. Sí, jugando el juego de la vida para reconocerlo como el juego que verdaderamente es, que como todo juego sólo tiene un objetivo: disfrutar. Claro está, ¿de qué disfrute estamos hablando? Por supuesto, no me refiero al disfrute banal que únicamente busca la satisfacción de los sentidos, sino a ese disfrute que no está tan relacionado con el acto como con la presencia. Es decir, un estado interno de paz, aceptación y plenitud que te permite saborear cada momento vivido desde su esencia, sin condiciones, sin etiquetas, sin juicios, sin manipulaciones. Desde el instante en que decidas vivir ese disfrute, que es el sentido primigenio de esta vida, disfrutar de la existencia, desde el mismísimo instante en que tengas esa pretensión, estarás empezando a manifestarla. Todo ello, como muchas veces os he indicado, hará de manera natural, como resultado de esa intención, que en vuestra vida vayan desapareciendo los límites, los determinismos, las contundencias, para ser sustituidos por suavidad, silencio, ternura, fluidez, Amor. Dejará de importar tanto el qué y el cuándo, para centrarse todo en lo que representa la vivencia del ahora, del presente, el cómo.
 
  Además desde el mismo momento en que nos dedicamos a jugar descubrimos que la vida nos responde, e interactuando con nosotros nos llena de espejos que multiplican la visión de lo que somos y lo que estamos experimentando. Una vez más, os repito, con un único y fundamental objetivo: Reconocernos jugando. Al hacerlo, al ser conscientes del juego y de que formamos parte de él, nos convertimos en jugadores activos, y todo, absolutamente todo nos habla, nos dice y nos cuenta sobre lo que somos, sobre lo que Es.
 
  Y ya que estamos aquí podemos ponernos a jugar con las palabras del título a ver que nos dicen. Por ejemplo, "Individuo" viene de "Individualidad", si cogemos esta palabra y la separamos In/divi/dualidad, podemos sacar un "mensaje oculto" que nos está comunicando que estamos En (In) la división (divi) y la dualidad, Es decir, que mientras nos creamos individuos estaremos, en el fondo, vibrando en una consciencia de separación, que no es real, y que sólo existe en el ámbito de nuestra creencia y nuestra gradación vibracional. En lo que se refiere a la otra palabra, "Unidad", viene efectivamente de Uno y nos indica claramente el final del camino, la total identificación con el Todo. Si queréis podemos incluso seguir jugando y nos encontramos que ambas palabras terminan en "dad", lo cual puede ser perfectamente una pauta para el camino: Dar. Pero este "Dar", como ocurría anteriormente cuando abordamos el disfrute, ha de estar exento de cualquier amarre o carga alguna, ha de ser incondicional, porque sino no estaremos dando, y, casi sin darnos cuenta, estaremos cayendo en las redes del apego, la exigencia y el control, y esto no tiene nada que ver con la pauta que nos indicaba el camino. Por lo tanto, y para terminar, os invito a jugar, jugar y jugar, dejaos de una vez por todas de tomaros la vida tan en serio, y construiremos entre todos una nueva humanidad, con las firmes columnas de la humildad, la aceptación y la generosidad, como sostenes del templo de Amor, que somos y siempre seremos. 

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