En un momento único del infinito no manifestado la consciencia surgió. Entonces se decidió la existencia y lo manifestado comenzó su camino experiencial. La mente universal creadora emitió pensamientos de autorecreación para percibirse a sí misma y de ese movimiento surgió la vibración. Lo que antes era un vacío de totalidad se hizo luz vibrando. Esto es lo que en las escrituras se conoce como el Verbo, la vibración primigenia. De esta luz expandida y vibrante un abanico de colores existenciales tomo el relevo. Un arco iris de dimensiones empezó a manifestarse acorde a los estratos vibratorios correspondientes. Y así, en el ritmo pausado de la danza divina el Ser supremo se volcaba sobre sí para vivirse en todo su esplendor. La obra estaba preparada. El decorado estaba listo. Y la protagonista, ansiosa por salir a escena, no cabía en sí de gozo. La densificación de luz originaria provocó su alumbramiento. Era un nacimiento muy esperado, el culmen de la creación, de todo lo creado, la Materia había llegado. Así vibrando y vibrando cada vez con más densidad lo físico se hizo totalmente presente. Mundos, Universos, Galaxias, Planetas, todos unidos; pues la Esencia raíz residía en lo profundo de cada uno de sus orígenes. Y, el último paso, fue inventar la "individualidad". Desde aquí, desde este pequeño yo que nos habita plasmó el creador una supuesta división que, por supuesto, era falsa. Y gozoso continuo experienciandose hasta sus confines más remotos, porque sabía que incluso allí, donde nosotros nos hallamos en la creencia de que somos lo que no somos, seres independientes y separados, su Eternidad sería reconocida con la llave maestra del Amor como pegamento universal.
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