La mordaza de los sentimientos
no deja escapar los besos
que se pierden en la cueva
de las nostalgias.
Los abrazos,
inundados de incertidumbre,
andan melancólicos buscando ausencias
que los saquen del anonimato.
Los rostros,
aparecen deformados
bajo las excusas preventivas
de los gritos de alarma.
Las manos,
doctoradas en el contacto cercano,
han perdido la calidez de antaño,
ahogadas por el líquido desinfectante
que las asfixia.
Los labios,
atrapados en la tensión de lo correcto,
tienen dificultades añadidas
y sólo sonríen poco a poco.
Y cuando la tela de la máscara
se da la vuelta,
puedes leer la letra pequeña
en la etiqueta de tu ignorancia,
y la palabra oculta aparece:
Miedo.
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